ella a mi ruego no se muestra esquiva,
llevo un poco de pluma a la deriva
y una rosa de tierra en cada mano.
Por ellas vierto mi contento humano
en bien de verso o prosa sensitiva,
y soy feliz porque la flor cautiva
no me llama verdugo, sino hermano.
Y este gozo, que acrece el señorío,
multiplicando el fruto en el acodo,
porque me viene de la sangre, es mío.
Pero si el aire me quitase todo,
para cambiarle su color al río,
siempre sería el mismo, de otro modo.
Salvador Merlino
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